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miércoles, 11 de diciembre de 2013

Crítica de "El hijo del fin del mundo... el origen", de Lautaro Metral

Categoría: OBRA MUSICAL

Crítica de El hijo del fin del mundo… el origen

Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2013 (Teatro El Ópalo).

Calificación: 6.5 /10 


¿De qué se trata?: Una fábula musical que transcurre en un mundo post-apocalíptico y en crisis. Un grupo de pintorescos personajes viaja en una caravana flotante, buscando dónde instalarse. En eso, se les une un nuevo integrante: un actor fugitivo.

El punto fuerte de la obra: la actuación de Renzo Morelli como el “Loco”.
Aunque tiene a cargo un rol secundario, Morelli puede destacarse gracias a que sabe interpretar la extravagancia de su personaje y se apropia de ella durante toda la obra. Su mirada y el movimiento de su mano se vuelven partes indispensables de su composición. Además, es el integrante del elenco que demuestra tener mayor proyección vocal, tanto al cantar como al hablar.

El elenco (Lionel Arostegui, Leandro Bassano, Marta Mediavilla y Renzo Morelli) funciona como un equipo, y todos comparten el mismo entusiasmo por la obra. Bassano es quien lleva adelante la mayor parte de la acción, y lo hace con convicción.

Por otra parte, el texto de Lautaro Metral es delirante. La obra se promociona como una fábula musical, pero yo diría que, además, es un musical surrealista. Ciertamente, el ambiente es onírico y, por lo menos a mí, me pareció que se exploraba el inconsciente (aunque, por supuesto, el contenido de semejante locura está sujeto a múltiples interpretaciones). Como ya he dicho en otro caso, lo de locura lo digo cariñosamente.
Entonces, el espectador debe descifrar qué le está diciendo la obra, porque no todo es explícito. Esto puede desalentar (y hasta horrorizar) a los espectadores más conservadores. Reconozco que a mí me costó un poco acostumbrarme al estilo de la obra durante los primeros minutos. Metral sabe que esto puede pasar y lo blanquea, dado que el personaje de Leandro Bassano actúa como un intérprete para que el público no se confunda (aunque esto seguirá siendo relativo). No obstante, después de ese período inicial, me acostumbré y pude disfrutar del relato y de su originalidad.
Metral quiere hacernos pensar, y busca que seamos cómplices de eso. Por ejemplo, dispara reflexiones a través de paradojas o propone situaciones que, aunque están enmarcadas en un mundo de fábula y post-apocalíptico, resultan ser una crítica o una alusión a una particularidad de nuestro mundo. También, juega con las palabras y hace hablar a sus personajes en verso. Entonces, crea los códigos de su propio universo, y eso es algo interesante, aunque el espectador deberá completar la información que se provee con su imaginación.
En las letras de canciones, mantiene el espíritu alocado. Gracias a la conjunción entre la letra y la música con fines humorísticos, logra una consumar gran escena, donde el personaje de Leandro Bassano se une a la caravana, y debe conseguir un pasaporte, un préstamo y una vocación.
Las melodías están en sintonía con la obra, en vez de buscar el lucimiento vocal a cualquier precio. En ese sentido, Metral comprende cómo crear una obra artística completa, con coherencia entre sus partes.
Es por esto que los intérpretes no tienen muchos momentos para destacarse por su pericia vocal, pero no resulta necesario. Lo importante es contar la historia. No obstante, aunque está fuera del contexto del relato, el solo de Leandro Bassano, “Cuatro paredes”, es uno de los mejores momentos de la obra. La letra reflexiona sobre la magia del teatro y su experiencia lúdica; sobre cómo esas cuatro paredes son en realidad tres.
Por otro lado, la canción “Caravana” resulta sumamente efectiva y pegadiza.
Me gustó que hubiera un tecladista en vivo.
Como la función se realiza sin micrófonos, a veces los intérpretes pierden la posibilidad de que los escuchemos cantar o hablar en un tono más bajo, para darle matices a su interpretación. No es que no lo hagan, pero puede que esos instantes no sean perfectamente audibles. Por suerte, esto no pasa durante toda la obra, y el texto se puede seguir sin problemas, gracias al esfuerzo de los actores (sobre todo, como ya he explicado, por parte de Renzo Morelli). Además, la sala es chica como para requerir micrófonos.
Eso sí, yo estuve de pie al fondo toda la función (el 30/9). Parece que las entradas se habían sobrevendido. Aclaro que todos los presentes pagamos nuestras entradas. Calculo que este error no se habrá repetido. De todas formas, a mí no me molestó, pero entiendo que alguien se pueda quejar. Pude estar al lado de Metral (también de pie) y ver sus reacciones, y se lo notaba muy comprometido con la obra, disfrutándola.

 Lucila Rojo se encargó de la escenografía y el vestuario, que se caracterizan por la extrema simpleza. Esto se debe a que, para esta corta temporada de la obra en El Ópalo, se decidió hacer una versión más intimista, sin gastos que encarezcan innecesariamente la producción, con un solo músico y con escaso maquillaje. Por eso, se agregó la frase “el origen” al título, puesto que se recrea el clima de los ensayos. Es una decisión interesante, que refuerza que la importancia del texto y las canciones por sobre la puesta. Aunque los actores pasan un tiempo considerable sentados, se las arreglan para desplazarse en el pequeño espacio disponible, gracias a la dirección de Lautaro Metral. El recurso de la lamparita de luz estuvo bien planteado.

Hay que decir que, por ahora, no hay más funciones de El hijo del fin del mundo… el origen. Sin embargo, es muy probable que, dada su repercusión, vuelva por una nueva temporada. En la función a la que asistí, hubo gente que quedó fuera de la sala, por lo que Renzo Morelli bromeó, al final, “Les pedimos que no recomienden la obra”.

También debo remarcar que Marta Mediavilla ganó el Premio Hugo a la mejor actriz de un espectáculo off por esta obra. Dato cholulo: su madre, Patricia Sosa, me cargó por haber llevado un sweater, con el calor que hacía, y se rió porque ella había hecho lo mismo.

Quería cerrar haciendo alusión a un excelente cuento de Cortázar llamado “La autopista del sur”. No es parecido a El hijo del fin del mundo, porque Cortázar introduce lo fantástico en un contexto realista, y la trama es distinta. No obstante, hay algo del sentimiento del personaje del actor (que interpreta Bassano) durante el final de la obra que me remitió a cómo se siente el protagonista del cuento en el desenlace. Si tienen tiempo, les recomiendo que lo lean, porque es increíble. Lo pueden encontrar completo acá:

En resumen: Un texto delirante de Lautaro Metral, que transcurre en un universo de fábula, propone una experiencia lúdica e invita a la reflexión. La puesta es despojada, y la acción dramática es llevada adelante por cuatro intérpretes, acompañados por un tecladista para las canciones. Una de las propuestas off más interesantes del año.

Más información:
Dirección: Lautaro Metral.
Teatro: El Ópalo (Junín 380) – elopaloteatro@gmail.com.
Duración: 1 hora.
Precio de las entradas: $60.

Producción: Pim Pum Pam Têatre.

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