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jueves, 29 de mayo de 2014

Crítica de "Signum", de Sean McKeown y Gerardo Gardelín

Categoría: MUSIC HALL

Crítica de Signum

Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2014 (Teatro El Nacional).

Calificación: /10
  

¿De qué se trata?: Un music hall donde se propone un viaje a través de cuadros en los que se despliegan múltiples disciplinas circenses. 

El punto fuerte de la obra: el cuadro de “El Potro Ballet”, de Javier e Isaac Gardella.

La ovación del público en la función a la que asistí prueba que este es tal vez el único momento donde el show pasa de asombrar a conmover. Un malambo bailado con un talento sobrehumano y acompañado con boleadoras. Imagínense el esfuerzo de sincronización que representa una rutina de estas características si es difícil coordinar el ritmo de dos de los antiguos tiki-taka. Son varios los bailarines en escena repitiendo los mismos pasos con ritmo y pasión, y que el número sale perfecto.

Vale decir que si hay algo que sobra en Signum es destreza, y eso le permite jugar con la capacidad de sorpresa que manejan las compañías internacionales de circo contemporáneo. Hoy en día, el foco del circo está puesto en las acrobacias y la preparación física de los artistas. No tengo idea de cómo reunieron al elenco de Signum, pero la selección fue un hallazgo. Como ejemplo se puede citar a un malabarista atípico (Jonatan “Espejo” Reynoso), que nos hace redescubrir esta disciplina y hace quedar a un sinnúmero de payasos que animan cumpleaños infantiles como un grupo de estafadores. Fuera de broma, sus malabares toman un vuelo artístico inconmensurable cuando maneja las clavijas de tal forma que sus manos parecen imantadas.

No vale la pena adelantar cada uno de los números en detalle, pero quiero destacar originalidad del cuadro “Trompo Wall” y la inclusión de la disciplina roue cyr, que no se ha visto muchas veces en nuestro país. Hay acrobacia aérea para todos los gustos (en telas, aros, cintas y cuerdas) y contorsiones, que tanto nos fascinan porque nos permiten descubrir hasta dónde puede flexionarse el cuerpo.

En cuanto a Hernán Piquín, es interesante verlo en un lugar distinto del que venía ocupando en sus últimos espectáculos, donde era la figura principal. Si bien esto puede defraudar a sus seguidores, habla bien  de él que le deje lugar al resto del elenco. Aquí, entonces, Piquín es uno más (con apariciones esporádicas) y baila sin partenaire. Ni siquiera habla, pero es sólido en sus intervenciones. Tiene una presencia especial dada por el manejo de su cuerpo con liviandad, gracia y técnica (sobre todo para giros y saltos, en este caso). En Signum, alterna con la danza clásica un poco de acrobacia aérea.

Gerardo Gardelín se encargó de la música original y de la letra de las canciones. En un estilo pomposo alejado de lo que venía trabajando en los últimos años, Gardelín logró que la música unificara el estilo del espectáculo mucho más de lo que lo hace la historia. La partitura recurre a subrayados para intensificar lo que sucede en escena, y hace un muy buen uso de la percusión. Hay momentos instrumentales y canciones. Las letras de estas últimas son convencionales (lidian con el tema de la liberación de los sueños y los sentidos), aunque no se pueden captar en su totalidad porque están siempre en un segundo plano. Esto se debe a que a Gardelín le atrajo el concepto de ‘lenguaje universal’ reflejado a través de distintos idiomas, dialectos y fonaciones varias. Por lo tanto, interesa más la idea de variedad que lo que están realmente diciendo los personajes. Una particularidad es que el inicio de la obra recuerda un poco a la famosísima puesta del musical El rey león que montó Julie Taymor, tanto por la música africana como por los movimientos de los bailarines entre la platea.
Las canciones líricas vibran en las cuerdas vocales de Alexia Martinovich, Cristian Zabala y Patricio Witis, y cada uno tiene al menos un gran solo (resalto el de Witis porque, si bien lo había escuchado cantar antes, nunca había sido en esta faceta).
El hilo conductor que se usa como excusa para el viaje que propone Signum empieza bien, generando sorpresa entre los espectadores por estar bien planeada. Sin embargo, se va desinflando hasta llegar a una conclusión absurda. Esto nos asegura que el atractivo del show va por otro lado y que la anécdota sirve más como un puntapié inicial que como un elemento para dar coherencia a la sucesión de cuadros.
Por lo demás, la dirección experimentada de Sean McKeown (un australiano que estuvo trabajando como director artístico del “Cirque du Soleil”) estipula que nada esté fuera de lugar y la calidad artística sea alta. Por supuesto, se apoyó en la coreografía de Andrea Candela, quien tuvo el desafío de salir del esquema puramente clásico.

Signum está repleto de estímulos visuales. Sobresale el elaborado vestuario de Marcelo Péndola. La escenografía de Lili Diez y Carlos Junco es bastante simple, salvo durante el último número. Signum no necesita mucha parafernalia escenográfica para impactar, sino que se vale del talento de sus 45 artistas. Eso sí, se hace un uso constante de elementos multimediales: proyecciones que enmarcan el escenario y pantallas que crean escenarios atemporales (relacionados, por ejemplo, con el cosmos). La iluminación de Gustavo Perezlindo explora con dos tonos intercalados (con los focos ubicados en la parte de atrás del escenario), balanceados con la luz que dirige desde el exterior.


Más información:
Teatro: El Nacional (Av. Corrientes 960).
Dirección: Sean McKeown.
Dirección musical: Gerardo Gardelín.
Entrenador de trampolín: Alejandro “Toro” Cuenca.
Músicos: Gerardo Gardelín (piano), Jorge Caldelari (violín), Urkell (guitarras), Gonzalo Fuertes (bajo eléctrico), Fernando Valles (batería) y Ezequiel Finger (percusión).
Fotografías: Estudio Machado-Cicala.
Prensa y comunicación: Alejandro Veroutis. Asistente: Alejandro Andolfi.

Duración: 1 hora y 35 minutos.
Funciones: miércoles a domingo a las 21 hs.
Entradas: desde $230 a $300.


https://www.facebook.com/SignumOk

domingo, 18 de mayo de 2014

Crítica de "Solteritas y sin estrenar", de Héctor Presa, Alberto Drago y Diego Lozano

Categoría: OBRA MUSICAL

Crítica de Solteritas y sin estrenar

Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2014 (Teatro Molière).

Calificación: /10


¿De qué se trata?: “Liliana Pécora y María Rosa Frega se ponen en la piel de Tina y Mecha, las hermanas Palomeque, jubiladas docentes, hijas sufrientes, solteronas ellas, que están acompañando las últimas horas de vida de su padre. Mientras atraviesan este duro trance, sacan a la luz todas las miserias por las que pasaron a lo largo de sus vidas por culpa de una figura paterna por demás castradora. La relación entre las hermanas, los celos, las envidias y el recuerdo de un amor frustrado (Roque Pasaciuffo) son los condimentos de esta comedia musical que trata con un humor ácido y directo las interrelaciones familiares”.

El punto fuerte de la obra: la química entre Liliana Pécora (Tina) y María Rosa Frega (Mecha, aunque Roque diga lo contrario). “Siempre juntas”, por supuesto.
Pécora y Frega poseen múltiples recursos para la comedia, y realizan un trabajo ejemplar en cuanto a lo que tiene que ver con hacer propio el texto. No se limitan a decir sino a sentir sus líneas con el cuerpo, los gestos, las pausas y la entonación de la voz. Así, contornean dos personajes irreverentes... y no obstante bastante cercanos,  pues parte del secreto de que nos riamos con ellas es que varias de sus actitudes o formas de hablar o reaccionar nos recuerdan a las de otras personas que conocemos. Por eso, junto con el trabajo de composición hubo otro de observación.
Pécora y Frega se entienden y se complementan, de forma que su relación como hermanas es creíble. Por eso, pueden interactuar con desparpajo y manejar un buen timing, además de hacer la obra más dinámica. También, ocasionalmente, toman la precaución de mirar sólo al público para transmitir algunos de sus pensamientos individuales.

¡Ay, Tatita!

La dirección del experimentado Héctor Presa propone una abierta teatralización de la realidad. Con esto me refiero a que el planteo se acerca muchísimo más al absurdo que al realismo. Las protagonistas son melodramáticas e histriónicas (por momentos, parecen caricaturas). Según lo que les toque decir, van acelerando o disminuyendo la velocidad con la que hablan o el peso que le dan a cada palabra con la voz y los gestos. Más allá de satirizar a muchas mujeres que se comportan como si estuvieran en las tablas hasta para comprar pan, esto exacerba el efecto humorístico de la pieza. Además, las apariencias juegan un rol importante en la historia.

¡Ay, Tatita!

El divertido libro de Héctor Presa y Alberto Drago está salpicado de humor negro, doble sentido y recurrencia continua a algunos gags y frases. Esta repetición no es fruto de la falta de creatividad, sino que define parte de la forma de ser de los personajes.
Quiero destacar la escena de “A la huella, a la huella” y aclarar que el texto está basado en la obra “Se me murió entre los brazos”, de Drago.

¡Ay, Tatita!

Como letrista, Presa sigue confiando en que no es necesario subrayar para hacer reír. Por eso, deja casi al pasar frases humorísticas en sus versos, que están cantadas de la misma forma que el resto de la canción, pero que el público decodifica rápidamente como algo disparatado.
Julia Eva Saggini y Gabriela Fourcade interpretan una versión joven de Tina y Mecha, en lo que resulta ser una interesante idea de la dirección de Presa. Yo considero que su razón de ser es reforzar la idea de unas mujeres aniñadas, a las que les cuesta dejar atrás su pasado y, por momentos, siguen relacionándose con su padre como si tuvieran 10 años. Probablemente, esto tenga que ver con el hecho de que permanecen “solteritas y sin estrenar”.
Por cierto, el vestuario de Lali Lastra, orientado al luto, repite un detalle en el álter ego de cada mujer para que podemos identificar quién es la versión joven de quién.

¡Ay, Tatita!

El punto es que Saggini y Fourcade son las únicas que cantan en la obra, y lo hacen con dulzura. Se mueven un poco encorvadas, haciendo énfasis en la idea de que son el espíritu joven que está atrapado en el cuerpo de las protagonistas. Mecha Fernández montó una coreografía con momentos de comicidad, y aprovechó la gestualidad de Pécora y Frega para traducirla a los momentos de baile. La música de Diego Lozano también marca el pulso de lo tragicómico, y prolonga la complementariedad entre las dos mujeres que se ve en el texto (véase, por ejemplo, que hablan por teléfono de la misma forma que cantan por teléfono).

¡Ay, Tatita!

Completa el elenco Claudio Provenzano, en el doble papel del padre de Tina y Mecha y el de Roque, un italiano al que estas dos “le arrastraban el ala” en su juventud. Presa, con dos marcaciones distintas, resolvió muy bien la transición entre ambos.
Provenzano logra integrarse al estilo que manejan Pécora y Frega.

¡Ay, Tatita!

Así que dejá de pelear con tu hermana e invitala a ver “Solteritas y sin estrenar”-

En resumen: Héctor Presa y Alberto Drago manejan el humor negro, el doble sentido y la repetición con soltura en una comedia cuyo peso recae en la química entre dos actrices con múltiples recursos para el género: Liliana Pécora y María Rosa Frega.


Más información:
Dirección: Héctor Presa
Asistente de dirección: Angie Otero
Producción: Juan Iacoponi y Héctor Presa
Mecha cantante: Julia Eva Saggini
Tina cantante: Gabriela Fourcade

Prensa: Walter Duche – Alejandro Zarate

Teatro: Molière Teatro Concert (Balcarce 682). Reservas: 4343-0777
www.moliere-cafe.com / teatro@moliere-cafe.com
Funciones: sábado 20:30 hs.
Duración: 1 hora y 5 minutos
Precio de las entradas: $160

Promoción: 2x1 con Club La Nación

viernes, 16 de mayo de 2014

Crítica de "A' Nonna Filomena", de Carina Nalin, con canciones italianas

Categoría: OBRA MUSICAL

Crítica de A’ Nonna Filomena,
un musical ni de acá ni de allá

Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2014 (Centro Cultural Borges – Sala Piazzola).

Calificación: /10

ATENCIÓN: DOMINGO 18 DE MAYO NO HAY FUNCIÓN


Di cosa si tratta?: Una pareja italiana debe inmigrar hacia Buenos Aires. Unos años después, Filomena se sigue debatiendo entre el hecho de “no ser ni de acá ni de allá”.

El punto fuerte de la obra: la calidad vocal de los intérpretes.
Esto se evidencia particularmente porque deben abordar canzonettas muy instaladas en el imaginario popular (recordadas en las voces de cantantes italianos gigantes), y salen airosos. Así que, si tengo que definir en una frase a A’ Nonna Filomena diría: “se hizo un buen casting”, y esto ya marca la diferencia con un número significante de propuestas.
La segunda sorpresa que me encontré es que el sonido estuvo a la altura de las circunstancias en una sala que se caracteriza por todo lo contrario. No sé quién habrá sido el que tuvo que hacer magia con el equipamiento del Auditorio Ástor Piazzola, pero lo felicito, porque logró remontar rápidamente la situación menos favorable de los primeros minutos.

 Está claro que se priorizó la música por sobre el texto, pero las canciones tienen una función narrativa y le dan consistencia al concepto que se quiere desplegar. Así, nos muestran que los protagonistas no han perdido ni reprimido su esencia italiana, sino que tratan de proyectarla en el país que los acogió. Cantan en italiano cuando deben demostrar emociones más profundas, como el amor, la melancolía o durante una disputa. Es ahí donde aflora su bagaje cultural y su concepción del mundo, y donde demuestran que, a pesar de que están en una tierra extraña, no se despojan de su esencia.
Claro, tampoco pierden su optimismo y entusiasmo. Salvo por el personaje de Carina Nalin (Filomena), que dejó su alma Italia y no quiere saber nada con que venga a reunirse con ella en Buenos Aires. Probablemente sea por una cuestión generacional. Es evidente que decidir ir a vivir a otro país es muy distinto de tener que abandonar a la fuerza el lugar que uno ama (y a la gente que quiere) y llegar a otro con códigos distintos. El movimiento inmigratorio estuvo plagado de tristeza; no fue ningún viaje de placer. Menos todavía para quienes, a diferencia de la protagonista, tuvieron que hacinarse en conventillos.

El libro de la propia Nalin nos hace reflexionar sobre esta cuestión y sus derivados: por ejemplo, criar a una hija con costumbres italianas pero tener que aceptar que viva en permanente contacto con tradiciones argentinas. Pero lo más destacable de la escritura de Nalin es el humor cándido del que dota a la pieza. Esto hace que pueda ser disfrutada por toda la familia. Por eso, pueden llevar a los chicos a partir de los 9 años aproximadamente a ver esta obra con toda seguridad. Sobre todo, para que aprendan un poco de lo que posiblemente sea parte de sus raíces (como ya recomendé para el caso de Tanguito Mío). Como ya es sabido, un altísimo porcentaje de los argentinos descendemos de italianos. En un mundo tan globalizado, es positivo no perder rastro de nuestra identidad.
En la obra se puede apreciar parte del legado que nos dejaron nuestro amigos del Mediterráneo: la alegría (idea central de la coreografía de Mariana Zourarakis), la tenacidad para el trabajo y, lo más importante, el valor por la familia. Ah, sí, y las pastas de los domingos al mediodía.

 En este caso, no voy a hablar de cada uno de los miembros del elenco porque, como dije anteriormente, todos tienen un nivel homogéneo. Ellos son Carina Nalin, Nicolás Manservigi, Mariuchi Elena, Karina Novelli, Lucila Rocca, Ramiro García Miramón, Diego Cáceres y Magalí Zato. Se ven favorecidos por el dinamismo del libro, que va alternando en quién se focaliza cada escena. Saben cómo plantarse y comparten un mismo registro para la comedia.

 La selección de canciones apela a lo emotivo y a la celebración de algunos hits inmortales. Sin embargo, quisiera resaltar la inclusión de “En blanco y negro (Buenos Aires)”, de Silvina Garré, que siempre me conmueve. En esta ocasión, está interpretada por Mariuchi Elena. Los arreglos musicales son de Hernán Valencia (buena idea la de la última canción).

En cuanto a la dirección y puesta en escena de Andrés Sahade, debo decir que la obra es una de las más prolijas que vi últimamente. La puesta se ve enriquecida por el armonioso diseño de video de Darwin Flores y Rocío Casas, que recrean los distintos decorados, muestran imágenes atinadamente y sostienen un buen código visual, con varias ideas para rescatar.
La escenografía de Mariana Cavilli completa la ambientación, con unos pocos elementos que van poniendo y sacando dos asistentes de escenario, y que ayudan al desarrollo de la acción dramática.
La iluminación de Magdalena Berreta Miguez resalta el clima que se genera durante cada canción. El vestuario de Agustina Gonzalez usa una linda gama de colores y respeta el período.

Una vez conocí a un italiano que le dijo a otro, en su idioma, “Mejor hablemos en italiano, así él no nos puede entender” (con ‘él’ refería a mí). Yo les advertí inmediatamente: “Italian is very similar to Spanish”, porque capté lo que estaba diciendo. ¿A dónde quiero llegar? A que no necesitan saber italiano para disfrutar de A’ Nonna Filomena un domingo a las 16 hs. Después de las pastas sagradas del mediodía, obviamente.

En resumen: Un musical que nos recuerda nuestras raíces al abrazarnos con las canzonettas que disfrutaban y bailaban nuestros antepasados italianos, celebrando su legado y su importancia en nuestra configuración cultural actual. El elenco es homogéneo y tiene un buen nivel vocal.

¿Qué podemos aprender de esta obra?: Que el acompañamiento multimedial puede ofrecer posibilidades para enriquecer la historia cuando es usado con creatividad.


Más información:
Dirección: Carina Nalin
Asistente de dirección: Mariana Zourarakis
Stage manager: Mayra Soto
Asistentes de escenario: Eliana Saihueque y Mariano Madrazo
Producción ejecutiva: Sandra Paradiso
Prensa: Marcelo Boccia y Lionel Narinsky para MBoccia RP
Fotografía: Fuentes Fernández
facebook.com/anonnafilomena

Teatro: Centro Cultural Borges – Sala Piazzola (Viamonte 525, esq. San Martín) – Teléfono: 5 555-5359
Funciones: domingo a las 16 hs.
Precio de las entradas:

Duración: 1 hora y 10 minutos

jueves, 15 de mayo de 2014

Crítica de "Salomé, el musical", de Rolo Sosiuk y Juan Manuel Bevacqua

Categoría: OBRA MUSICAL

Crítica de SALOMÉ, el musical

Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2014 (Teatro El Cubo).
10 años después de su estreno original.

Calificación: /10


El punto fuerte de la obra: la actuación de Vicky Buchino como Herodías.

Atrás quedó la dulce e ingenua Clementina de El diluvio que viene. Buchino arremete con una Herodías manipuladora, perversa, despiadada y despótica, que destila una energía poderosa cada vez que pisa el escenario. Su voz entrenada le permite trasladar esa personalidad avasallante al canto. Parecer querer demostrar el alcance de su poder con cada nota, que sirve tanto como amenaza para quienes la rodean como una forma de alentar el ego de su personaje, que no tiene escrúpulos y cree poder pisotear impunemente a todo el que se ponga en su camino. Así, exclama “¡Lo juro!” al terminar su solo, sabiendo que conseguirá lo que quiere. Cuando está en escena, se roba la obra.

La música de Juan Manuel Bevacqua es prácticamente omnipresente. De hecho, es poco el texto hablado, frente a un marcado predominio del cantado. Por eso, se podría decir que Salomé es, en realidad, una ópera rock (tal como clásicos del inglés Andrew Lloyd Webber, como Jesucristo Superstar o Evita). Con la guitarra eléctrica como instrumento principal, la música acompaña las emociones fuertes que atraviesan los personajes y dialoga en forma coordinada con los códigos de la puesta del director Sergio Perla. Esto se puede ver en dos aspectos.
Primero, porque Perla hizo hincapié en recrear la crudeza y los desbordes de las orgías y banquetes de Herodes. Por eso, el compositor buscó traducir esos excesos en la partitura con variaciones constantes y, como dije anteriormente, sin dejar que haya muchos minutos de silencio musical. Demasiado tiempo sin música cortaría ese clima de opulencia y descontrol. Bevacqua también hizo los arreglos corales (junto con Perla) y es el director musical. Tuvo que conjugar varios factores, porque en una misma canción puede intervenir un grupo considerable de personajes, con un ida y vuelta que debe ser exacto para que no se corran del tempo (que, al no haber orquesta en vivo, se debe respetar a rajatabla). Esta sincronía seguramente se perfeccionará con el correr de las funciones.
En segundo lugar, la música es funcional a la puesta porque este tipo de sonido se ajusta al post-apocalíptico. Una diagramación musical más ‘tranquila’ hubiera quedado descolocada o le hubiera restado impacto a la forma elegida para contar la historia.
Un hallazgo es la inclusión de la Vestal Real (Richard Manis), que con sus agudos y su forma espectral de desplazarse (y sus tacos) aporta pinceladas tenebrosas y anticipa la desgracia.

En cuanto al mundo post-apocalíptico, está sugerido por la escenografía despojada y venida a menos de La Jauría y por la iluminación del mismo Perla, que acentúa el color rojo del que se tiñe la luna del texto de Rolo Sosiuk, que además de ser el color de la sangre es el color del pecado. Al margen de la luz, tiene relevancia el juego con la oscuridad. El vestuario de Calandra – Hock nos recuerda que estamos viendo una versión no convencional de la historia.
¿Por qué sirve la idea post-apocalíptica? Por el simbolismo que implica: una sociedad desorientada, corrompida y salvaje, a la espera de la salvación que predica Juan el Bautista.
Más allá de este concepto, desde lo argumentativo, Rolo Sosiuk (libro y letras) respeta lo que tradicionalmente se conoce acerca de la historia, pero tomándose sus licencias (con alguna que otra provocación, con un alto porcentaje de resultados positivos). Trata de explicar por qué Salomé efectivamente quiso pedir lo que pide (por si alguien no lo sabe, no lo cuento), algo central para darle coherencia al relato.
Hay, sin embargo, una escena del tramo final que me hubiera gustado ver resuelta de otra manera o modificado, porque resulta desconcertante.


Otro trabajo en conjunto es el de la coreografía de Mirna Serra y la dirección actoral de Rolo Sosiuk y Ana Larzen (también asistente de dirección), asesorados, por supuesto, por el director general. Sus ejes son la lujuria y la promiscuidad, que están todo el tiempo latentes en la obra, en sintonía con los ya descriptos excesos de la vida de los gobernantes y su círculo social. Estos temas se muestran y tratan con discreción: no se adopta ni una perspectiva arriesgada ni una demasiado inocente.
Con respecto a la coreografía, adquiere protagonismo en el ensamble y, por supuesto, en el baile de Salomé.

Horacio Vay es un Herodes enfermo de poder, desequilibrado y caprichoso, obsesionado con el placer. Sol Bardi compone a Salomé con seducción y una buena dosis de crueldad. Por otra parte, Diego Rodríguez (Juan el Bautista) interpreta a un personaje valiente e idealista, que lucha por lograr que reine la justicia a pesar de que todo va en contramano y los valores se han denigrado. Vocalmente, el nivel es correcto y parejo, y todos tienen un momento para lucir un poco su registro. En un rol secundario (Livia), Mónica Felizzola exhibe una voz limpia.

A todo esto, a título informativo, la Biblia menciona a la hija de Herodías en el pasaje en que se basa esta obra, pero no dice su nombre. Los estudiosos de las escrituras dicen que no se llamaba ni por asomo Salomé, pero la cultura popular terminó bautizándola así.

En resumen: Una ópera rock que ha encontrado en Vicky Buchino a una Herodías con una fuerza imparable. Se destaca por el trabajo integrado del equipo creativo, que logra vincular el planteo de un mundo post-apocalíptico, la música y la coreografía con la lujuria, el abuso de poder, la promiscuidad y los excesos.

¿Qué podemos aprender de esta obra?: Que la forma de estructurar la música debe ser acorde a la puesta en escena, para no generar una contradicción con el lenguaje espacial y restarle fuerzas.

Más información:
Dirección general: Sergio Perla
Dirección musical: Juan Manuel Bevacqua
Dirección actoral: Rolo Sosiuk y Ana Larzen
Teatro: El Cubo (Pasaje Zelaya 3053) – Teléfono: 4963-2568
Funciones: viernes a las 20 hs.
Duración: 1 hora y 30 minutos
Precio de las entradas: $100 y $120
Promoción. 2x1 con Club La Nación


Herodías: Vicky Buchino
Herodes: Horacio Vay
Salomé: Sol Bardi
Juan El Bautista:  Diego Rodriguez
Livia: Mónica Felizzola
Vestal: Richard Manis
Ensamble: Ramiro Herrera - Daniel Mercado - Marina Navas - Lucas Noda  - Marisol Pérsico  y Melina Saavedra – Sebastián Terragni
Prensa: Daniel Falcone
Producción Ejecutiva: Natalia Cardillo

Fotos: Russarabian

facebook.com/musicalsalome
Pinturas: "Salomé bailando ante el rey Herodes, de Georges Rochegrosse y "El baile de Salomé", de Rudolph Ernst

miércoles, 7 de mayo de 2014

Crítica de "La Nueva Era Extraordinaria", de Juan Cruz Argento, Diego Nygaard y Luciana Bande

Categoría: INFANTIL

Crítica de La Nueva Era Extraordinaria

Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2014 (Teatro Sha).

Calificación: 7.5 /10


¿De qué se trata?: Los integrantes de un circo deciden encerrarse en su carpa y suspender sus funciones tras contemplar el odio del mundo exterior. Una noche, llega Arturo, un hombre en silla de ruedas, que los persuade a sacar a relucir su talento una vez más.

El punto fuerte de la obra: la coreografía de Soledad Mauricci.

Voy a empezar yéndome por las ramas. Desde que tengo recuerdos, solía ir de vacaciones con mi familia a un pueblito de la provincia de Buenos Aires llamado Verónica (que hace bastantes años que no visito). Como se imaginarán, no había ningún atisbo de manifestación teatral. Recuerdo que, una vez, el lugar se revolucionó porque se instalaron Anthony Hopkins y Laura Linney. Vaya uno a saber por qué extraña razón a alguien se le ocurrió filmar parte de una película ahí, pero el punto es que uno se podía encontrar a esos actores conocidísimos rodando una escena en donde habitualmente compraba empanadas. En fin, en Verónica, lo artístico pasaba por el carnaval y por el circo. El espectáculo de circo estaba hecho a pulmón, con mucha dedicación. Recuerdo uno de sus números particularmente: mientras sonaba una canción como para hacer aerobics, el presentador decía adjetivos como “¡Belleza! ¡Glamour! ¡Destreza! ¡Talento!” y remataba “¡Ella es Silvia!”. Y salía la tal Silvia, que no era tan glamorosa después de todo, y proseguía a hacer el famoso hula-hula con varios aros, cada vez sumando más, mientras seguía sonando la música. El presentador arengaba “Y ahora… ¡más rápido!”, hasta que llegaba el punto de la velocidad máxima. Resulta que el supuesto momento de mayor rapidez era exactamente igual al anterior, sólo que se recurría a una iluminación intermitente, que daba la idea de que Silvia estaba aligerando los movimientos. Párrafo aparte merecería el cuadro de los motovoladores, con un vehículo cuyo caño de escape despendía un humo negro. Pero el punto es que ponían todo de sí para que el show fuera lo más cautivante posible, pese a no su falta de  profesionalismo.
Después de esta anécdota, a lo que quiero llegar es que la disciplina circense implica una combinación de entrenamiento con apasionamiento, y puede ser desarrollada tanto por grandes compañías internacionales como por un grupo de intrépidos como en Verónica. La cultura popular hace siglos que viene mostrando a los artistas de circo clásico como excéntricos y un poco sufridos, y esto va unido a la los conceptos de amor por el arte como forma de vida y de perseverancia.

Soledad Mauricci, coreógrafa de La Nueva Era Extraordinaria, se apropia del espectáculo, puesto que es la encargada de revivir la magia del circo. Lo más positivo de su trabajo es que nos hace ver que el talento de los personajes pasa por su destreza corporal (más enfocada en el baile que en la acrobacia). La obra no necesita las luces intermitentes de Silvia para ser visualmente atractiva, sino que se apoya en los movimientos de sus artistas. Es así como se lucen las coreografías grupales del superpoblado elenco (34 personas). Mauricci y el director Juan Cruz Argento no nos abruman con todos los artistas en escena, sino van dosificando sus apariciones, creando cierto suspenso que culmina cuando se reúnen en un mismo cuadro. Así, el circo va apoderándose lentamente del espectador.
El grupo funciona como la compañía que es (los actores pertenecen a la Compañía Codanz). Uno se puede dar cuenta fácilmente de esto cuando nota que, al estar juntos, ven potenciadas sus posibilidades artísticas. Tanto el director como la coreógrafa logran que, a través de la ubicación en distintos planos, el elenco nunca funcione como una masa estática (algo que nunca debe suceder en un circo, donde uno no tiene que poder predecir nada, sino dejarse sorprender). Seguramente, la dirección de actores de Claudia Gutiérrez también colaboró para lograr este efecto.

Entre todos los miembros de la compañía, me gustaría destacar a Macarena Funes, que combina gestualidad con una muy buena línea al bailar. Puede mostrar sus habilidades en la primera escena, en la que personajes no hablan (y está bien lograda, por cierto).
A grandes rasgos, cabe decir que hay el baile es pulido, y varios artistas tienen momentos esporádicos para hacer algún movimiento interesante.
 Paula Palomo (en el personaje de Luna) es quien más destreza demuestra en un número acrobático, suspendida de un aro. Argento hace que el final de este número aporte algo nuevo a la historia (resumido en una imagen).

 Por lo demás, el canto parece quedar relegado. Las canciones de Digo Nygaard (música) y Lucila Bande (letras) tienen dos funciones: hacer avanzar el relato y enmarcar los números de los bailarines, mostrando su alegría por trabajar en el circo. Sin embargo, queda claro que los miembros de la compañía no pretenden lucirse cantando, sino que apuntan al baile, que es lo que más conocen. El canto es una forma de justificar el baile en algunos momentos. En una breve escena, se recurre al playback, pero no en el resto de la obra. Nygaard también compuso los tramos instrumentales.

Juan Cruz Argento tuvo en mente a los niños al escribir el libro, que es extraordinariamente simple, así que puede ser seguido sin dificultades. Por su brevedad, este espectáculo puede resultar amigable para chicos inquietos. No voy a sugerir edades porque cada padre conoce a su hijo, pero sepan que no es una trama con gran desarrollo ni intriga. No se profundiza sobre los temas propuestos ni hay mucho diálogo, por lo que es fácil de comprender. El atractivo tiene que ver con lo visual, que es donde está puesto el enfoque.
A todo esto, el personaje de Arturo (que parece tener alma de productor teatral) no necesita que los miembros del circo hablen, sino que le muestren lo que saben hacer.

Hablando de lo visual, el vestuario de Rocío Ros y el maquillaje y peinado de Analía Gómez Lima son un gran pilar de La Nueva Era Extraordinaria. Si bien es complicado lookear a tantas personas, Ros y Gómez Lima se las arreglan para generar diversidad y logran caracterizaciones donde se reconoce profesionalismo. Además, no buscan la salida común de los colores vibrantes que tanto se han visto en el circo.

La escenógrafa Paula Rentz sugiere la carpa con poco, y así deja lugar para que los múltiples desplazamientos.

En resumen: Pensada para chicos, con un libro sencillo y fácil de seguir, La Nueva Era Extraordinaria es visualmente llamativa, y su superpoblado elenco se destaca en coreografías grupales.


Más información:
Dirección: Juan Cruz Argento
Teatro: Sha (Sarmiento 2255) – 4953-2914
Funciones: domingos a las 16 hs.
Duración: 55 minutos
Precio de las entradas: $120
Promoción: 2x1 con Club La Nación

Elenco: Diego Armel – Paula Palomo – Lucas Gentili – David Maximiliano Basualdo – Mariel Muñoz – Carla Saggese – Rodrigo German – Lirky Gonzalez – Julia Garcia Lecuona – Constanza Palombarini – Martina Loyato Emanuel Estrada – Lucia Bascher – Lucia Lores Ventura – Leandro Suárez – Maria Esperanza Paciaroni – Ivana Mrozek – Charo Ezquerra – Aldana Morales – Belen Tejedor – Victoria Plaza – Maria Fernanda Conca – Carolina Aignasse – Florencia Hornus – Camila Desiree Gomez – Jorge Ponce – Martín Zabala – Macarena Funes – Christian Mensi – Oxossi Exequiel Braschi – Federico Caceres Iglesias – Hernan Benitez – Sofia Pereira Raditech – Arnulfo Herrera – Mariano Banegas – Melina Gallo Portas y Sofia Paolicchi.

Couch Vocal y Stage Manager: LUCIANA BANDE
Asistencia Coreográfica: FLORENCIA HORNUS, MARTÍN ZABALA y CAMILA DESIREE GOMEZ
Maquillaje y Peinado: ANALIA GOMEZ LIMA Make up Artist con productos HEBURN Professional Make Up
Fotografia: EDUARDO D’ANTUENO
Diseño Grafico: MERBLEU
Diseño Audiovisual y web: AR-DESING
Prensa: DANIEL FALCONE
Dirección General: JUAN CRUZ ARGENTO

lunes, 5 de mayo de 2014

Crítica-diálogo de "La Parka, el musical", de Diego Corán Oria, Federico Scarpelli y Jorge Soldera

Categoría: OBRA MUSICAL

Crítica de La Parka, el musical
Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2014 (Teatro Picadero).

Calificación: /10


 No me pregunten cómo hice, pero conseguí una entrevista con La Parka. Eso sí, me dijo que, para hablar de la obra, tenía que someterme a una edición especial del juego “La Opción”. Yo acepté responder sus 7 preguntas, y esta es la transcripción de lo que sucedió:

La Parka: Primera pregunta… ¿puede el secuaz de un personaje principal ganar peso propio?

Espectador Crítico de Musicales: Definitivamente. La composición de Facundo Rubiño como Gladiolo es lo más destacado de la obra. Su timing es perfecto, y su forma de decir el parlamento ya causa carcajadas, independientemente de la comicidad del texto. Además, supo darle a este engendro con tonada cordobesa (lo digo por Gladiolo, no por Facundo) una voz distintiva, con inflexiones en el tono, una sonrisa perversa, una postura encorvada, una forma particular de caminar (con el pie derecho doblado hacia afuera siendo arrastrado por el escenario), una mirada excitada y una personalidad entrañable. Para un actor, es invaluable poder crear un personaje con trazos tan firmes porque así es más difícil abandonarlo. Gladiolo interactúa con los demás con mucha naturalidad, aún en un entrono inverosímil.
El Ahorkado: ¡Correcto!



L.P.: Espero que Gladiolo no te haya soplado la respuesta anterior. En fin, ¿es posible que una obra que se estrenó hace 8 años siga renovando su libro?
E.C.M.: Por supuesto, y La Parka no es una excepción. De hecho, recordemos que la versión de 2011 (Teatro Tabarís) rompió con los esquemas al incorporar en la obra, alternativamente, a los protagonistas de los musicales Chicago, La Bella y la Bestia, Drácula y RENT. Incluso, se hizo una función “vale todo”, donde el público elegía qué sucedería. En cuanto a la versión actualmente en cartel, si bien mantiene la esencia de la historia, ha actualizado e intercambiado muchos de los chistes. Es así como se hace referencia, por ejemplo, a Violetta como embajadora cultural, a políticos como Macri, al programa 6-7-8, a los Wachiturros, a la inseguridad como ““sensación””, a Breaking Bad y a la muerte de Ricardo Fort, entre otras ocurrencias que tienen que ver con nuestra actualidad cultural. En fin, el espectáculo es muy divertido, y no pasan 30 segundos sin que haya un gag. Además, Rubiño y Roberto Peloni pasean frecuentemente por la frontera entre el guión y la improvisación, y gracias a haber transitado tanto sus personajes nunca quedan descolocados. Esto también se debe al buen trabajo del director Diego Corán Oria, que les permite que jueguen tranquilos y garantiza que el público nunca se aburra de La Parka, aunque la haya visto en sus 7 temporadas. A propósito, el guión original (2005) es de Corán Oria y Federico Sacarpelli.
E.A.: ¡Correcto!

L.P.: Se ve que estuviste googleando. Tercera pregunta… ¿La Parka se restringe al escenario del teatro?
E.C.M.: Los integrantes de Random Creativos tratan de que no sea así. Al margen de su actividad en las redes sociales, que resulta irrelevante para esta reseña, entrar al Picadero los miércoles a la noche es una experiencia interesante. Hay unas chicas que sostienen tablets y se acercan para que participes de un juego de preguntas y respuestas alusivas a la obra (como llegué entre los primeros, pude entrar en el top 10 de ganadores, pero puede que me hayan destronado) y un puesto con un variado merchandising (CDs, DVDs, remeras, fundas para almohadas). A un costado del hall, se proyectan tramos de la versión 2011 y un video donde Corán Oria explica la experiencia personal que lo llevó a crear La Parka. En el otro costado, se puede ver una calavera con colores psicodélicos. De fondo, se escucha la versión instrumental de la canción principal de la obra. Toda esta ambientación garantiza que el mundo de La Parka se expanda e involucre al espectador.
E.A.: ¡Correcto!

L.P.: La Parka está presente en todos lados; no te olvides. ¿Qué hace que La Parka sea visualmente cautivante?

E.C.M.: La vistosa escenografía y dirección de arte de Tadeo Jones, relacionada con lo kitsch. La construcción del mundo de los muertos en base a una paleta de colores fluorescentes es apropiada para el estilo de relato. Además, definir una estética ayuda a cualquier espectáculo a crear un mundo con leyes propias, y la de La Parka cautiva. Tengo una anécdota para ilustrar la importancia que Jones le da a este aspecto: antes de la primera función, agarró la calavera que mencioné anteriormente (que está en el hall) y se la entregó a una mujer, diciéndole “Llevala arriba y deciles que la tuneen; está muy aburrida y no quiero que arruine la estética”. En la función de prensa, donde la calavera ya estaba “tuneada”, Jones estuvo pintando un cuadro con aerosol afuera del teatro, como se ve en la foto. Al margen, es interesante apreciar cómo la estética del espectáculo fue mutando a través de los años.
Por cierto, la iluminación de Juan García resalta la vibrante escenografía y adquiere más autonomía en los cuadros musicales (por ejemplo, le da un tinte rojo a uno que interpreta la Parka, es decir, usted).
E.A.: ¡Correcto!

L.P.: Hablando de cuadros musicales, ¿es adecuada la música de Jorge Soldera?
E.C.M.: Sí, porque se ajusta al registro cómico de las letras de Corán Oria, y de la obra en general. Agustina “Seku” Faillace encuentra en las canciones un espacio para la intervención del ensamble (Giuli Tagliamonte, Jair Almar, Debi Heppner y Matías Prieto Peccia), y los hace recorrer el escenario de tal forma que nos muestra que los muertos sólo quieren divertirse. Si bien los bailarines son pocos, la obra no necesita más para sostenerse. La alegría probablemente provenga de la necesidad de Corán Oria de canalizar lo que había vivido de una forma positiva (si; todos los personajes están trastornados, pero parecen felices).
E.A.: ¡Correcto!

L.P.: No me gustó mucho lo de 'trastornados'. Cuidado con lo que decís ahora: ¿cómo se desenvuelven las nuevas incorporaciones en el elenco?

E.C.M.: En general, se los ve bastante cómodos, pero obviamente no tan metidos en los personajes y en el timing como Peloni y Rubiño. Joe Moskito Seitun, como El Ahorkado, es el que mejor se inserta dentro del delirio (tal vez, por la naturaleza de su personaje). Florencia Capiello es una Guadalupe sugerente y Pablo Martínez reafirma su creciente popularidad al recibir el apoyo de un sector considerable de la platea. Para crecer artísticamente, debe seguir eligiendo proyectos que presenten algún desafío, como este (que tiene un público fiel) y Borracho. Probablemente su presencia contribuya a que gente nueva se acerque a La Parka.
Con el correr de las funciones, espero que se ajuste mejor el sonido a las capacidades vocales de cada artista (que son distintas entre sí), para que los espectadores puedan escuchar la letra en forma más clara.
E.A.: ¡Correcto!

L.P.: Última pregunta. Acá se juega todo. ¿No va a decir nada acerca de mí?
E.C.M.: Sí, claro. Estaba esperando a que me lo preguntara. Usted, interpretado por Roberto Peloni, logró trascender los clichés y lograr un personaje gracioso y extravagante, que puede romper sutilmente la “cuarta pared”, pero que no pierde el misterio y el respeto que implica su rol en el mundo. Lo que le quiero decir es que, por más simpático que pueda parecer, el tiempo máximo que me quedaría cerca de usted es la hora y media que dura la obra.

L.P.: ¡Incorrecto! ¡A todo el mundo le gustaría estar conmigo para siempre! Como respondiste mal, vas a ser trasladado a La Nada.
E.C.M.: Pero no puedo ir a La Nada. Tengo que publicar esta crítica y muchas más, tengo que seguir con todas las otras cosas que hago en mi vida, tengo que…
L.P.: ¡Un trato es un trato! Ya me di cuenta de que eras un insolente cuando te burlaste de la inflación. ¡Te digo que es una sensación!
E.C.M.: ¡Pero se siente muy real! De todas formas, yo no hice ningún trato. Sólo quería escribir sobre la obra para que la gente la fuera a ver.
L.P.: ¿Vos arreglaste esto con Gladiolo?
E.C.M.: Exacto. Y con la gente de PULPO PR.
L.P.: ¿Y aparecería mi foto en la crítica?
E.C.M.: Por supuesto.
L.P.: Ok. Voy a buscar la pistola.


Más información:
Dirección: Diego Corán Oria
Teatro: Picadero (Pasaje Santos Discépolo 1857)
Funciones: miércoles a las 20:30 hs.
Precio de las entradas: $150
Duración: 1 hora y 30 minutos
Prensa y difusión: PULPO PR

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