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jueves, 1 de mayo de 2014

Crítica de "L-14, un musical distinto", de Nicolás Pérez Costa y Nacho Medina

Categoría: WORKSHOP

Crítica de L-14, un musical distinto

Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2014 (Teatro El Cubo).

Calificación: /10

ATENCIÓN: ÚLTIMA FUNCIÓN MARTES 6 DE MAYO 21 HS.


¿De qué se trata?: “Luego de una tragedia un grupo de sobrevivientes es seducido por dos personajes extraños a jugar un juego: olvidar quienes fueron para no tener que recordar quienes eran antes de la tragedia, así no extrañar, no vivir en el pasado y seguir un nuevo destino. Así es como eligen una  una historia que fue real, la vida del Rey Luis XIV. Con reglas insólitas, se asignarán los papeles a interpretar en esta nueva vida que adoptan. Una vez comenzado el juego... ¿Hasta qué punto pueden negar quienes son en verdad para pisar exactamente los pasos de los personajes? ¿Hasta qué punto pueden renegar de sus verdaderos vínculos para adoptar los nuevos? Un destino, ya escrito...  hacerlo propio puede ser un juego muy peligroso”.

El punto fuerte de la obra: el libro de Nicolás Pérez Costa.
El planteo es original y el contenido tiene mucho de simbólico, por lo que permite que cada espectador pueda resignificarlo. Reconocemos en el escenario varios arquetipos de nuestra sociedad, como sucede en toda buena obra que trabaja el absurdo. Por supuesto, yo daré cuenta de lo que a mí me sugirió, pero puede haber varias interpretaciones.
Gracias a la escenografía de Dianela Romero e Ivana Fernández, impacta ver a los personajes creyéndose que están entre el lujo de Versalles cuando, en realidad, están rodeados de basura y elementos descartables. Esto nos recuerda a muchas personas que pretenden ejercer poder con un cetro de cartón, y se creen amos y señores del universo, o a quienes pretenden ver estabilidad económica y prosperidad donde hay un contexto deteriorado. El vestuario de Pérez Costa y Mónica Rodríguez Manzano también muestra que, aunque lo traten de disimular, los personajes están demacrados.
Cuando uno pinta un graffiti, está tapando algo (aunque sea sin intención). Por eso, imagino que el uso de graffitis en la obra puede sugerir la manía de algunas personas que ejercen poder alrededor del mundo por querer ocultar aquello que es desfavorable para su imagen al superponerle otra cosa completamente distinta, que capte la atención de la gente y la distraiga. No necesariamente aquello que es malo para su imagen, sino también para la de otro, o la de una entidad, o la de un país, etcétera. Es el famoso “pan y circo”. Cuando hablo de ejercer poder, no sólo me refiero a políticos y periodistas, sino también al panadero de la esquina, a la vecina que tiene perros y a todas las personas que conocemos. El panadero, que ejerce cierto poder sobre sus empleados, puede ordenarles tapar las facturas que salen quemadas con dulce de membrillo y la vecina, que tiene poder en el consorcio, puede tapar los reclamos por los ladridos de sus molestas mascotas manteniendo una buena relación con quienes la rodean. Las relaciones de poder están en todas partes. Aunque suene chocante decirlo, una madre tiene poder sobre su hijo.

Como director, Pérez Costa adopta un estilo que recuerda a un truculento reality show (¿será por eso que hay algo que parece ser un pequeño televisor colgado encima del escenario?). Los personajes dejan atrás sus vidas pasadas, y se obligan mutuamente a seguir el “juego”. Todo queda al descubierto; nadie puede escapar.
Es por eso que me parece una buena obra para este grupo de actores, que forma parte del “proyecto de profesionalización de alumnos del IFA” (de Nicolás Pérez Costa). Es un espectáculo donde se pone el acento en lo actoral, y donde los intérpretes quedan expuestos casi todo el tiempo en el escenario (como si los siguieras cámaras las 24 hs.). Por lo tanto, hay muchas cosas que deben resolver, porque no pueden quedarse sentados todo el tiempo que no están en el foco de la acción, puesto que no creeríamos que están involucrados en el juego. Entonces, la puesta en escena, que los fuerza a moverse, a transmitir con su rostro aunque estén en segundo plano y a interactuar constantemente, tiene una buena aplicación pedagógica. Si bien no sé exactamente qué mecánica de trabajo usó Pérez Costa, se podría decir que esta obra es un workshop (taller), que es fruto de la experimentación artística del director con sus alumnos (en este caso, con el fin de afianzarlos en el escenario al darles algo de experiencia). Hacer un workshop es algo poco habitual en nuestro país. De hecho, hasta hoy, el ranking de workshops de este blog tenía una sola obra, que al tener un guión extranjero, tenía las posibilidades de juego limitadas y mucho menos riesgo (el texto de Desperar de Primavera es increíble y de probada efectividad, y surgió de un workshop estadounidense).

El elenco es numeroso (23 personas en escena), pero varios tienen espacio como para poder desplegar su trabajo individual (en momentos breves, eso sí, porque la obra es corta). Hablando en general, se los nota compenetrados con el “juego” que se les propone, poseídos con esa farsa. Se destaca la actuación de Natalia Andrea Biasin Corrado como la sufrida María Teresa (mujer de Luis XIV). Me sorprendió el buen juicio de Santiago Tezza (Luis XIV), que hace más creíble a su personaje porque no sobreactúa (pero no por esto deja de mostrarse despótico). Esto es difícil de conseguir, porque la personalidad del “Rey Sol” puede prestarse para una caracterización más artificial, por tratarse del hombre que dijo “El Estado soy yo” y realmente lo creía.

Son pocas las canciones que se escuchan (de Nacho Medina), pero sirven para acentuar el anacronismo. Los personajes se expresan colectivamente a través del baile. La coreografía de Pérez Costa es original y, sobre todo en el primer número, está cargada de tensión. Lo vocal, en este caso, está en un plano de menor importancia, porque no se desarrolló mucho en esta obra.
Por último, otra lectura que se puede hacer de la situación es la que tiene que ver con la vida virtual, en la que muchos pretenden ser quienes no son, y escapan así de la realidad.

Párrafo aparte merece el emotivo homenaje brindado por Pérez Costa a la gran Norma Pons en la función pasada. Antes de la función, preguntó cuántos la conocíamos y habló sobre la experiencia de dirigirla. Durante la obra, un personaje escribió su nombre con aerosol amarillo en dos extremos del decorado. Al final, el director le dedicó a Norma una poesía y le tiró un beso mirando hacia arriba. Después, se sacó una foto con todo el elenco mirando hacia el graffiti.


En resumen: Con un texto que invita a varias interpretaciones, Nicolás Pérez Costa encierra a su elenco en un juego perverso y absurdo.

¿Qué podemos aprender de esta obra?: Que la puesta en escena tiene que acompañar la simbología del libro. Por eso, en L-14, los personajes quedan expuestos casi toda la obra en escena para mostrar que no pueden abandonar el “juego”.

Más información:
Dirección: Nicolás Pérez Costa
Teatro: El Cubo (Pasaje Zelaya 3053)
Última función: martes 6 de mayo a las 21 hs.
Precio de las entradas: $70 y $120
Duración: 1 hora


Luis XIV: Santiago Tezza
Maria Teresa: Natalia Andrea Biasin Corrado
Ana de Austria: Miriam Condoleo
Reina Cristina: Cynthia Sebastiani
Madame Scarron: Maria Cecilia Barlesi
Personajes Extraños: Eric Baez, Pedro Emanuel Vega
Raul: Ramiro Manrique
Marqués de Vardes: Sacha Bercovich
Duquesa de Fontage: Yamila Traverso
Duquesa de Villete: Ricardo Lavado
Marianne: Andrea Di Lascio
Marquésa de Dangeau: Victoria Picech
Bailarina de la Corte: Rocio Vaccaro
 Miembros de la Corte: Brenda Lem, Lara Ojeda, Yamila Pelullo, Stefania Piercamilli, Anahi Rodríguez, Estefania Sol García, Mariano Rivero Maria Laura Martinez y Morena Vella

Fotografía y Diseño:  Emiliano Paez - EP Producciones Imagen Digital
Asistencia en Realización de Vestuario: Marcela Muñoz
Coordinación General: Mónica Rodríguez Manzano
Asistentes de Coreografía: Pedro Emanuel Vega, Yamila Traverso y María Cecilia Barlesi
Asistente de Dirección: Iara Martina

Prensa: Santiago Tezza

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