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sábado, 21 de junio de 2014

Crítica de "Despertar de primavera en concierto", de Steven Sater y Duncan Sheik

Categoría: CONCIERTO

Crítica de Despertar de primavera en concierto,
a beneficio de la Fundación y El Leoncito Dan

Buenos Aires, Argentina.
Temporada 2014 (Teatro El Nacional).

Nivel: /8
(Faltan 2 conciertos para completar el grupo)   


“De última, lo hacemos con seis sillas y tres micrófonos”, fue lo que el elenco le dijo en un principio al director Ariel del Mastro. Por supuesto, esta frase nos habla de las ganas de todos por revivir el material y contribuir con dos grandes fundaciones, pero por ahora quiero centrarme en otra cosa: las sillas. Si bien del Mastro no necesitó nada más para estructurar este concierto, su planteo no estuvo exento de significado.
En los primeros años de nuestra vida, es más distante nuestro contacto con las sillas. Preferimos el piso; vamos de un lado a otro. En el jardín de infantes, nos sentamos en ronda. Después, la sociedad nos va imponiendo la noción de silla. Nos la pasamos en una silla toda la primaria y la secundaria, en casa nos sentamos a estudiar en una silla, en la facultad permanecemos sentados, y en el trabajo adoptamos la misma posición. Cuando nos movemos en vehículos, también tienen asientos (salvo que el colectivo esté muy lleno aunque, en este caso, mucha gente improvisa y se reclina contra lo que encuentra). En el teatro, nos sentamos en butacas.
Es indiscutible. Estamos pegados al concepto de silla. Se convierte, naturalmente, en una extensión de nuestro cuerpo que nos sostiene y fija en un lugar. Mientras escribo esto, estoy sentado en una silla con cuatro patas, como la mayoría de las sillas. No obstante, se podría sostener perfectamente con tres patas, así que quien diseñó la silla quiso que nos sintiéramos muy seguros en ella, más anclados (por supuesto, podría haber tenido 5, 6, 7 u 8 patas o más, pero son 4: una extra).

Dejando la filosofía sillística (?), ¿qué hacen los personajes de Despertar de primavera con las sillas? Las patean, las tiran, las rotan, las golpean, saltan sobre ellas… y parece ser una terapia bastante efectiva. Básicamente, no se quedan atados a la silla que les asignan (ni siquiera asumen una silla personal). Tratan de “desensillarse”, de rebelarse contra el sistema, de buscar sus propios caminos a partir del ensayo/error. Eso sí, la silla tiene un imán muy poderoso, y los seres humanos nos cansamos después de estar mucho tiempo parados. Por eso, los asientos pueden atraer a los personajes de golpe, y devolverlos a la realidad (al colegio, por ejemplo). Tal vez la cosa sea así: la sociedad te da sillas y nunca vas a poder negarte completamente a ellas, pero, si te animás, podés instalarle rueditas a una, o hacer que otra sea plegable, o simplemente ponerle un almohadón cómodo a la que prefieras. No hay que perder el compromiso con cada silla importante porque por ellas pasa nuestra vida y nuestra posibilidad de ser felices, pero podemos elegir en qué silla sentarnos y qué actitud tomar con respecto a ella, según nuestra personalidad.
El tema es que las sillas de la sociedad que muestra Despertar de primavera bien podrían haber sido de hierro. En la obra original, se muestra una cultura alemana absolutamente rígida, anterior a la Primera Guerra Mundial (también retratada en la película La cinta blanca, de Haneke). Nótese que todos los personajes adultos (que no estuvieron presentes en la versión en concierto) son interpretados por los mismos dos actores y prácticamente con el mismo vestuario. Los adultos de la obra son todos iguales, y si bien siguen las mismas pautas no saben cómo manejar los problemas que se les presentan a sus hijos adolescentes.
Puntualmente, estamos hablando del despertar sexual al que alude el título. Aunque no me quiero detener demasiado en el análisis, la canción “Tócame” está fantásticamente construida por tratar un tema como la masturbación con tanta sutileza y lirismo. Reparen en los –perdón por el término– ‘orgasmos melódicos’ que propone la partitura (al escucharla por primera vez, pueden parecer caprichosos o decorativos esos ohhh y ahhh que cantan los personajes). Leandro Bassano logró perfeccionar su registro para arrancar una canción difícil desde lo actoral, y Julián Rubino se llevó una merecida ovación por una interpretación sentida, emocionante, y técnicamente correcta.

De todas formas, el vestuario de Alejandra Robotti es contemporáneo (y rockero), y esto me permitió reflexionar sobre algo que después, Manuel Lozano, de la Fundación, puso en palabras. Lo resumo: él decía que la obra habla de una generación golpeada, y que esta realidad no es ajena a nuestro país. Hay chicos que consumen drogas, homosexuales que son rechazados de sus hogares, chicas abusadas y golpeadas… ¿De dónde viene el problema? Yo pienso que es estructural, y que hace falta un cambio de mentalidad GIGANTE para revertirlo, aunque no por esto desmerezco los pequeños gestos individuales. Todo lo contrario: es la voluntad de cada uno la que nos puede llevar a erradicar la indiferencia por el otro. En definitiva, es la comunicación la que nos puede salvar, pero ¿cómo lograrla cuando gran parte de la sociedad está tan cerrada en sí misma? Viéndolo desde otro foco, ¿cómo saber en quién confiar cuando sabemos hay, en todos los estratos sociales, conductas salvajes e inexplicables? La misma incomunicación de la que habla Despertar de primavera nos sigue afectando.
Cuando volvía de El Nacional, la vi a Genoveva, que estaba leyendo el diario en un local de comida rápida. Genoveva es una mujer que vende poemas escritos por ella en la puerta de la parroquia San Nicolás de Bari. Una vez, pasaba por ahí y le compré un poema, y me pidió que lo recitara en voz alta. Quiso saber qué formación tenía yo, y le dije que era comunicador social. Inmediatamente, levantó el billete que le había dado y, mostrándomelo, me dijo “Te digo algo: esto es comunicación”. Al verla nuevamente, relacioné aquello con el concierto: este había sido un gran acto de comunicación por parte del público. Las donaciones, que gracias al trabajo de la Fundación y El Leoncito Dan llegarán a buen destino, nos hablan de cómo, cuando queremos, podemos organizarnos para hacer algo bueno. Por cierto, desde la iglesia que se muestra en Despertar de primavera al Papa que nos pide que hagamos lío hay un gran trecho.

Retomando la dirección de Ariel del Mastro y su inteligente disposición de las sillas, quiero resaltar la escena de “Lo que quedó atrás”. Por favor, salteá este párrafo si no viste la obra. Mientras pensaba en el tema de las sillas que expliqué arriba, también pensé en las implicancias de una silla vacía, y finalmente apareció en el montaje. Esta canción siempre me tocó de una forma especial porque yo también experimenté, cuando estaba en el colegio, lo que es perder a un compañero por un suicidio. Viví un funeral como el que se muestra en la obra, y pude abrazar a un padre desconsolado. Pero nunca me voy a olvidar lo que fue ver esa silla vacía en la clase.

No obstante, me sorprende la carga de angustia que tiene la increíble canción “Jodido estás”, a pesar de ser la más enérgica. El punto está en que la fuerza surge muy ligada a la tristeza y la desesperación: cuando uno ya no sabe qué hacer y piensa que es imposible caer más bajo, no le importa lo que lo rodea y tiene que canalizar sus sentimientos. La coreografía de Federico Salles y Pedro Frías respeta el característico “salto reprimido” que yo ya había marcado en una crítica de otra versión y los movimientos involuntarios. Trabaja constantemente con la lucha del cuerpo con los impulsos internos.
 Casi nadie discute que Ariel del Mastro es el mejor iluminador que tenemos. Pero el trabajo de Gaspar Potocnik, encargado esta vez del diseño de luces, no nos permitió extrañar el estilo de del Mastro. Las luces fueron marcando los climas con mucha sensibilidad y ponían el foco en cada personaje cuando le tocaba expresarse.
Los protagonistas, pese a la falta de texto, pudieron exteriorizar las transformaciones drásticas que deben enfrentar, y esto demuestra el poder que tienen las canciones en Despertar de primavera. En general, no hacen avanzar la historia, sino que son la única forma que tienen los personajes de expresar sus sentimientos más profundos y personales (por eso, en la puesta original, surgió la idea de que las canten con micrófono de mano, para individualizar cada intervención). Melchior pasa de cantar “Lo que sé”, en una posición más pedante, a “El saber de los que te han dejado”. Eliseo Barrionuevo (a quien ya había visto como cover en 2010) supo conmover a partir de ese cambio y aprendizaje. Florencia Otero (Wendla) también dio cuenta de una exploración de su personaje, que pasa de reprochar el silencio de su madre a verse condenada por el “Susurrar”, aunque, a diferencia de Melchior, mantiene cierta inocencia hasta el final. Federico Salles (Moritz) es desborde puro, y requiere un gran esfuerzo manejar correctamente esa energía.
La banda fue un soporte importante y tuvo la potencia necesaria gracias al sonido de Mariano Luna.

El sobresaliente elenco estuvo dirigido vocalmente por Mariana Jacazzio, una de las mejores voces del musical (quien brindó un estremecedor momento con Belén Pasqualini en “La oscura verdad”). No soy el único que piensa que la versión argentina superó a la de Broadway (y esto sucede pocas veces). Pese a que el éxito no acompañó ni al montaje local ni al estadounidense (contrariamente a lo que se cree), la obra y la puesta de Buenos Aires fueron un enorme acierto artístico, y esto sólo se puede decir de contadas producciones en los últimos años.
En consonancia con la canción final, esperemos que el material pueda seguir viendo el verano.

Notas:
1) Por cierto, me sorprendió el fanatismo con el que me encontré en el público. En la primera fila, había un grupo de chicos con remeras de Despertar… que habían recorrido una distancia considerable para estar ahí, y una de las mujeres dijo “Soy la chica más feliz del mundo; más cosas lindas no me pueden pasar”. A uno le gustaría que hubiera más gente amante del talento en vez de seguidores de Justin Bieber y tantos otros productos vacíos. Y sí, cuando estoy esperando a que empiece una obra registro frases interesantes/divertidas/ocurrentes que dicen los espectadores. Atrás de mí había una señora que creía que iba a ver una obra que se llamaba “En concierto”. Le decía a unas chicas preadolescentes que había llevado: “Súbanlo a Facebook y hablen bien de esto, que es algo único. Después, lean lo del Leoncito Dan”. Muy aplicada.
 2) Al final de la crítica de Juegos de fábrica, incluí un fragmento de una canción de Stephen Sondheim que habla sobre la influencia que tienen los padres en la vida de sus hijos (en ese caso, más chicos que los de Despertar… y en otro contexto). Si tenés ganas, te invito a leerlo.

Más información:
Dirección: Ariel del Mastro
Asistente de dirección: Pablo Drutman / Stage manager: Micaela Monti
Producción: Vero Larrea, Luciana López y Diana Frydman
Teatro: El Nacional (Av. Corrientes 968)
Duración: 1 hora y 20 minutos
Función: martes 10 de junio
Elenco: Eliseo Barrionuevo, Leandro Bassano, Cristian Centurión, Stella Maris Faggiano, Pedro Frías, Mariana Jacazzio, Julieta Nair Calvo, Florencia Otero, Belén Pasqualini, Micaela Pierani Méndez, Julián Rubino, Federico Salles y Ayelén Varela
Músicos: Guido Cefaly (guitarra), Daniel Vallejo (teclados), Martín Nastri (bajo) y Fernando Vallés (batería)
Traducción de las canciones: Cris Morena
Fotos usadas en la nota: Florencia y Verónica Nijensohn y Fuentes2Fernandez
Prensa y comunicación: Sandra Beerbrayer

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